FIRMAS: Federico Jiménez Losantos, PG Cuartango, S González, J Müller, R del Pozo,LA Villena, C Rigalt´, S Sostres, M Jabois
El género autonómico
ALGUNOS pueden pensar que el informe de la RAE sobre las guías de varias comunidades autónomas que se arrogan el derecho a decidir cómo debe usarse la acepción de género en lengua española es un asunto menor. Ni muchísimo menos. Yo creo que, voluntariamente o no, es la primera vez que la RAE hace algo políticamente útil contra la barbarie de las taifas. Uno de estos siglos, hasta defenderá el derecho a escolarizarse en español en cualquier sitio de España. Aunque no será mientras la dirija este Blecua, hijo botijo de mi admirado maestro en la Universidad Central de Barcelona, la mejor escuela de filología española con grandes catedráticos aragoneses, que hace poco defendía la inmersión lingüística de los castellano-hablantes en Cataluña, es decir, la discriminación de los hablantes de una de las dos lenguas de Cataluña, casualmente la mayoritaria. ¡Ten blecuas para esto!
Pero el estudio del filólogo Ignacio Bosque se refiere a una patología política, la de los políticos metidos a gramáticos; y a un hecho cultural que debe ser tomado muy en serio: el respeto a las normas gramaticales y ortográficas de una de las lenguas más importantes del mundo, el español, de cuyos 450 millones de hablantes los españoles sólo somos una décima parte. La utilidad de un idioma universal pero poco importante en el ámbito científico o tecnológico reside en la unidad de uso, que en sociedades alfabetizadas define la gramática. Y también conviene recordar que el español es nuestra lengua común desde la Edad Media, antes incluso de la primera gramáti-ca, porque el castellano fue la koiné de to-dos los romances, en los escritos y hasta en el habla de los analfabetos, que al lado de los políticos actuales pasarían por nebrijas.
Por supuesto, hay reliquias en la lengua que provienen y que prueban la marginación secular de las mujeres. Pero si se trata -y debería tratarse- de evitar la segregación por motivos de sexo, el mecanismo adecuado es que mujeres y hombres conozcan bien la gramática española, no que unas politicastras semianalfabetas se metan a filólogas. Ni el Congreso está para reescribir la Historia a través de leyes
como la de la Memoria Histórica ni las autonomías para definir usos normativos de una lengua que desprecian en el caso de que la conozcan. ¿Cómo no van a ser ruinosas las autonomías, si empiezan por arruinar la lengua común, que antes era casi gratis?
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Levantar el muerto
Los levantamientos de los jueces tienen algo de espectáculo. El levantamiento del cadáver es muy a menudo el arranque de la investigación criminal en las series televisivas. El levantamiento del secreto del sumario es el comienzo del espectáculo mediático que ofician unos imputados que recorren todo el arco parlamentario, qué digo el arco, toda la escala social, desde la altiva princesa a la que pesca en ruin barca, entiéndase en un sentido puramente orientativo.
A Pepe Blanco, ex ministro y ex vicesecretario general del PSOE, le han levantado el secreto de sumario del caso Campeón, un muerto, el levantamiento del cadáver en un caso incruento. El argumentario socialista ha defendido a Blanco desde que el empresario Dorribo cantó a la juez, con un argumento peregrino: a quién vais a creer, a un ministro o a un empresario encarcelado, razonamiento análogo al que se hacía durante el proceso de paz de Zapatero.
Para decir la verdad no hace falta ser un ciudadano ejemplar; tampoco para mentir es preciso ser un canalla integral. Un tipo de lo más respetable, pongamos un ministro de Fomento, puede mentir si ello conviene a sus intereses. El más ruin de los hombres puede decir la verdad, y la dirá con toda seguridad, si esa verdad es favorable para él. Como no hay razón para pensar que un Gobierno democrático dice siempre la verdad y una organización terrorista siempre miente. Según, y también depende.
Hay conversaciones grabadas entre José Blanco y su amigo empresario José Antonio Orozco en las que aquél dice que ya ha hecho la gestión con Economía sobre el préstamo de 2,9 millones que ha pedido al Banco Europeo de Inversiones. Bran, el primo, actúa como organizador de la agenda oculta del ministro, y describe cómo ha programado los encuentros en la sombra para que no vean a Dorribo en el coche de su primo.
También Dorribo y Orozco. Aquí no hay arrebatos líricos como en las de Camps y Pérez; todo puro pragmatismo: el tema es, yo ya sé, dice Orozco, poner la gallina para el asunto de las municipales. Dorribo jalea a su socio: «Y ahí tú dile: 'Te pongo las municipales y te pongo el alcalde que tú me digas, cabrón'». «Exactamente», responde Orozco.
Más sofisticado es el caso en lo que respecta al ex conselleiro del BNG Fernando Blanco y al parlamentario del PP Pablo Cobián, aunque tiene menos gancho porque ambos dimitieron a comienzos de octubre de 2011, al destapar este diario las primeras informaciones sobre el caso. En la contabilidad de Nupel hay media docena de asientos con pagos (325.000 euros) a F. Blanco, que trató de poner en marcha negocios de energía eólica en Camerún de la mano de un nativo, Jacques Songo'o, el legendario portero camerunés del Depor. Esto supone al menos una sofisticación, países tropicales, chanchullos interraciales, globalización de la mordida; en fin, otro nivel.
Lo de Blanco, en cambio, es la actualización de un personaje con mucho arraigo en la tierra: el cacique, ese mito que sueñan los niños pobres de la Galicia rural, al igual que los niños sicilianos sueñan con el padrino. Hay rastros de ello en las conversaciones de Orozco cuando se refiere a su amigo Blanco: «Siempre es bueno tener un amigo en el Gobierno de tu país». El que no tiene padrino no se bautiza, ya se sabe, pero la estética del caso Campeón, con sus citas de gasolinera y almuerzos de cocido gallego, está más cerca de la estética de LosSoprano que de la película de Coppola.
Una norma con muchos agujeros
En la Oficina de Conflicto de Intereses (OCI) de la calle María de Molina de Madrid casi se puede decir que hay cola para conseguir informes. Ahora mismo hay congestión, porque se ha registrado un cambio de Gobierno y cada vez que un alto cargo cesante, de director general para arriba, recibe una oferta de trabajo privada o decide montar una empresa, debe pedir el informe preceptivo a la OCI.Este organismo, cuya titular es Flor López Laguna, se estableció a partir de la Ley 5/2006 que regula los conflictos de intereses de los miembros del Gobierno y los altos cargos. La OCI depende de la Secretaría de Estado de Administraciones Públicas pero disfruta de autonomía funcional.
Según algunas personas que han tenido que pasar por la OCI, aunque la ley parece óptima, su aplicación práctica tiene enormes agujeros. No existe un relato público coherente ni un cuerpo doctrinal sobre sus dictámenes, por lo que sólo cabe referirse a la casuística que nos refieren los funcionarios que han tenido que pedir los informes.
«Si has firmado la concesión de una ayuda o subvención directa a la empresa que te ha hecho una oferta de trabajo, vas jodido», me dice un ex alto cargo. Al parecer, los abogados de la OCI buscan con especial esmero «actos objetivos» que les permitan argumentar la existencia de una «relación especial» entre el afectado y la empresa.
¿Y la participación en cuerpos colegiados que toman decisiones oficiales? Aunque estos casos están previstos en la ley, los abogados creen que eso cae en un ámbito interpretativo de la norma, del que tratan de huir con sus informes.
El resultado es que como hay pocos ministros y firman personalmente muy pocas cosas, la mayor parte de los informes que se solicitan en la OCI son de directores generales. Sólo así se puede entender que un ministro que intervino en un consejo donde se dio luz verde a colocar 6.000 millones de déficit de tarifa para las eléctricas no tenga incompatibilidad alguna para trabajar en el sector, pero que el director general que dio una ayuda o firmó un contrato de suministro de miles de euros, sí lo sea por haberlo suscrito personalmente.
La OCI trabaja con rigor la mayoría de los casos. Está el de un ex alto cargo, inspector del trabajo, que recibió una oferta de una consultora y se le impidió aceptarlo porque uno de los clientes de la firma había recibido ayudas públicas de él. O el de un ex secretario de Energía que tenía una excedencia en una empresa del sector y que tras abandonar la Administración no pudo volver a su antiguo puesto y tuvo que dedicarse a administrar negocios lejos de España. Pero el sistema también tiene fallos clamorosos: por ejemplo, ayer se conoció que en la empresa auditora de las cuentas de la cuestionada sociedad de capital riesgo Invercaria trabaja un ex consejero de la misma.
Los abogados del Estado no han visto objeciones en que la ex ministra Elena Salgado forme parte del consejo de la distribuidora de energía Chilectra, empresa del holding chileno Enersis, que está controlada en un 60% por la española Endesa que a su vez está en manos de la italiana Enel. Según los abogados, Salgado no ha tenido una relación directa con esta compañía. Eso es cierto, pero también se está soslayando la teoría jurídica del Levantamiento del Velo, que defiende que en cuestiones mercantiles conviene ir a la realidad de las cosas y no a su apariencia. Y en este caso, aunque Chilectra no opera en España, está ligada a una empresa que tiene una posición muy importante en nuestro país.
john.muller@elmundo.es
Veinte años es demasiado
LOS NIÑOS, malditos niños. Hace unas noches vi en la tele a una criatura que llamaba «asquerosa» a su madre porque no le daba dinero para salir de marcha. La secuencia era tan escabrosa que me quedé con la mano petrificada en el mando hasta que acabó. Aquella criatura no sólo insultaba a su madre: también pegaba patadas a las puertas y rompía los jarrones que pillaba al paso. Era la historia de un hijo (hija, en este caso) de más de 20 años. Veinte años no es nada, pero parece mucho para según qué cosas: pegar a los viejos, robarles dinero y reivindicar el derecho a drogarse.La imagen de aquella madre apesadumbrada que caminaba pasillo adelante arrastrando las zapatillas y sin dejar de lloriquear era la de una mujer maltratada, molida a insultos y presa del sufrimiento. Qué no habría hecho ella por su hija desde que nació. Seguramente todo: fregar escaleras, dormir poco, comprarle chuches, bolsos de la Hello Kitty, cedés, móviles. Y enfrentarse a los profesores del colegio, ante los que seguramente había dado la cara por ella en más de una ocasión. Vanessa se llama la prenda. El nombre ya lo dice todo. Y no tanto de la niña, que no lo eligió, como de los padres, víctimas de sí mismos y de su hija única.
También se ha hablado estos días del sainete de Úbeda: el caso de una joven de 16 años que denunció a sus padres ante la Guardia Civil porque el día de la fiesta de Andalucía la castigaron a quedarse en casa sin salir. La Guardia Civil se lo tomó en serio (y quién no: con lo que está cayendo), el caso prosperó y el padre fue detenido y la madre, acusada de colaboradora. La joven acabó en un centro de acogida, donde continúa. A falta de conocer detalles (todo podría dar la vuelta), el suceso suena muy feo.
¿Qué se puede esperar de unos hijos que llaman asquerosos a sus padres y luego los denuncian? ¿Qué se puede esperar de unos padres que dan todo el poder a sus hijos? ¿Qué se puede esperar de unos educadores que viven amenazados por padres e hijos? Del nefasto modelo de educación impuesto por el nacionalcatolicismo se ha pasado a la no educación, donde los padres defienden a los hijos frente a educadores e incluso frente a sí mismos. El resultado son estas generaciones de animalicos asilvestrados que nos han tocado en suerte. Todo por la libertad. Libertad para exigir dinero cuando salen de marcha o para denunciar a los progenitores si en el desayuno les dan galletas en lugar de Choco Krispies.
La culpa es del Barça
Hay un doble rasero clarísimo a la hora de denunciar a Piqué y de no denunciar por ejemplo a Mourinho, que ha puesto en duda una y 100 veces la honestidad del estamento arbitral sin que nadie se inmutara. Pero el Barcelona y los barcelonistas se equivocarían si no asumieran su total responsabilidad en lo sucedido, y en lo que probablemente sucederá.El ex presidente Laporta tuvo siempre clarísimo que su misión era proteger los intereses del Barça. Recién llegado a la presidencia del club, apostó por Villar y le ayudó a ganar la reelección como presidente de la Federación en contra del candidato que -por cierto- presentaba Florentino Pérez. Acudió siempre a las reuniones del organismo por secundarias que fueran, y trató siempre con cariño a Villar y a su tropa. Lo mismo hizo en la UEFA, y consiguió que ambos organismos fueran especialmente diligentes a la hora de penalizar al que quisiera destruir a golpe de patada y agresión el fútbol superior de Rijkaard y de Guardiola.
Rosell no ha asistido ni a una sola de las reuniones de la Federación y ha mandado en su lugar al director general del club, Antoni Rossich, y al portavoz, Toni Freixa: dos mindundis, pese a la aparatosidad del cargo. Un desprecio en toda regla a Villar y a la Federación, en parte por ineptitud y en parte también porque todo el mundo sabe que Rosell no tendría agallas de enfrentarse a Florentino, por el temor reverencial que le profesa y en pro de sus negocios comunes.
La dejación de funciones de Rosell ha sido tan clamorosa que hace pocas semanas Florentino Pérez no tuvo que molestarse ni en presentar a un candidato a presidir la Federación, porque con ocupar la plaza vacía que ha dejado el actual presidente del Barcelona y tratar a Villar como toca ha tenido suficiente para asegurarse que todas las causalidades le sean casualmente propicias o, como mínimo, no le sean desfavorables. Así también se gana.
Laporta protegió bien los intereses del Barça. Al mejor equipo de todos los tiempos no le regalaron nada, como tanto y tan absurdamente se ha dicho, pero tampoco le birlaron nada de lo que por calidad y por el trabajo realizado le pertenecía. Si hoy el Madrid está a 10 puntos del segundo clasificado es porque Florentino -como así tiene que ser, y me quito el sombrero ante ello- sabe cuál es su misión como presidente y que las Ligas no se ganan y se pierden sola y exclusivamente en el terreno de juego.
No, la culpa nunca es de los demás y es patético que un grande como el Barça se queje de los árbitros, lo mismo que Mou con sus tristes espectáculos. Lo que el Barcelona y el Madrid tienen que hacer es ganar y no llorar como menores y mediocres lo que no han sabido defender como estrategas inteligentes y hombres de una sola pieza.
Huele a pólvora
Por ahí asoma la primavera que anunciaron los poetas, marzo de pájaros en flor y abril, el mes más cruel, en uno de los años más duros de nuestra vida. Como siempre, cuando el romero está en flor y la sabina está en savia, España arde en fiestas de ninot, faralaes, ferias de chaquetillas cortas, mientras ya braman los toros y los caballos retozan. Las fiestas con matadores a hombros se inician en Valencia, culminan en la Semana Santa y la Feria de Sevilla.En ambas comunidades, sus políticos, de derechas o de izquierdas, entendieron la democracia y la socialdemocracia como Villalón: «Echa vino montañés. Que los paga Luis de Vargas, el que a los pobres socorre y a los ricos avasalla». Los caciques taifas de monipodio, todos los del mapa del toro, pelados y tiesos, vienen a pedir dinero a don Cristóbal y don Cristóbal ordena a Antonio Beteta, secretario de Estado de los recortes, que les diga que no habrá ninguna flexibilización o quita del déficit (1,5%). Miren Grecia a punto de la quiebra, lo cual llevaría a España al rescate, vienen ustedes detrás de la panocha, vienen en cueros chocando unos con otros. Sujétense, señores.
Ya tuvieron que ahorrar sardinas y ángeles rositas en los carnavales. Este año la pelea no fue entre Don Carnal y Doña Cuaresma, sino la pelea entre la madera y los estudiantes. El ruido y el grito de la calle viene de Valencia, en vísperas de San José, donde no les dejan asomar el morro a los políticos en el balcón del Ayuntamiento. Huele a pólvora, a petardos y a casacas en toda España. La pólvora, que inventaron los chinos y los frailes y causaba pavor. «Tiraban las pellas de hierro que las lanzaban con truenos, de las que los cristianos sentían un gran espanto».
Ahora la pólvora causa espanto a los políticos. Surgen entre el humo pancartas en las que se lee: «CorruPPción». Es la hora de la sátira y la catarsis. A Mariano Rajoy le ha invitado Rita Barberá al balcón del Ayuntamiento, como solía hacer otros años, pero no creo que el presidente se arriesgue a una pitada. Llegará un momento en el que no podrán salir al balcón ni el Rey ni sus bufones. Y quien dice pólvora del yerno dice chupeteo de eres, en la Andalucía sin control, donde Laura se ha convertido en una de las siete musas de las subvenciones encubiertas o la pólvora del rey invertida en el casino de capital riesgo.
Pero qué clase de manguis se han apoderado de la Sevilla donde a Cervanteslo guardaron en la cárcel real de la calle Sierpes por una bagatela. Entonces los ladrones se refugiaban en la catedral, por un pasadizo secreto donde los clérigos cerbatanas recibían mordidas. Ahora, la gatera está en el Palacio de San Telmo.
Cuando llega el invierno
ESTABA anteayer pasando un momento malo, tirado en el sofá sin ganas de hacer nada. Era uno de esos días en que uno siente que sería mejor no haberse levantado de la cama. Hojeaba de vez en cuando el Diario de invierno de Paul Auster y lo que leía acentuaba mi malestar porque me sentía reflejado en muchas de sus frustraciones.Auster cuenta que Jean Louis Trintignant, al que acababa de conocer en Arlés, le dijo tras un largo silencio entre los dos: «Cuando cumplas 64 años te encontrarás mejor que ahora que tienes 56». Auster, que ya tiene 64, dice que ha podido comprobar que es cierto. Pero tengo algunas dudas de que sea totalmente sincero. Lo cierto es que yo, que tengo 56 años, me encuentro cada día peor. He entrado también en el invierno de mi vida.
Acaba su libro confesando que habla en sus sueños con su padre, muerto hace 30 años, y que nunca recuerda los consejos que le da. A mí me sucede algo parecido. Siento una terrible frustración por no haberle transmitido lo que le quería y le añoro. Y conforme va pasando el tiempo, siento que yo me estoy convirtiendo en él.
Curiosamente, ahora que tengo lagunas de memoria, va cobrando intensidad en mi memoria el pasado más lejano. Puedo olvidar de forma momentánea el nombre de una persona muy conocida, pero me parecen extraordinariamente cercanos los recuerdos de mi infancia. Por ejemplo, una noche de Reyes en la que yo tenía tres o cuatro años, que se me cayó un juguete por la ventana.
Veo también a mi madre, muy joven, con poco más de 30 años. Está sentada al borde del río, tiene una canasta de mimbre en las manos y viste una falda plisada y una blusa blanca. Sonríe con aire de felicidad. Un rayo de luz que se filtra entre los chopos ilumina su cara.
Hay una terrible desproporción entre la intensidad de los recuerdos y el tiempo transcurrido. Algo que pasó ayer nos parece lejano y lo que sucedió hace más de medio siglo recobra una enorme viveza. Supongo que, al final de la existencia y por unos momentos, todo lo que uno ha vivido se condensa en una visión semejante a la de un caleidoscopio en el que giran y se superponen todas las imágenes. Dice Eliot que todo tiempo está contenido en un instante.
Anteayer, cuando estaba sumido en estas reflexiones, abrí los ojos y de repente me di cuenta de que estaba anocheciendo. El sol se había ocultado tras el horizonte de los tejados, pero el cielo estaba intensamente rojo, como si hubiera un gran incendio en la lejanía. La fuerza del espectáculo me dejó anonadado.
Cuando ya no exista nada ni nadie de lo que estamos viendo, el sol seguirá tiñendo de rojo el horizonte. Nuestras vidas serán un ínfimo episodio de la eternidad, pero eso no me alivia del doloroso sentimiento de ser yo.
Etiquetas: Firmas
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